El conde Oswald de Denterghem, en su libro Orchidées, publicado en 1894, nos narra una hermosa leyenda:
"Una orquídea de extrañas hoja, Macodes petola, es objeto en Java de una leyenda que el botánico holandés Blume (1796-1862) nos relata con gracia. Habiendo sigdo testigo de los fracasos y la deseperación de jardineros y orquideófilos que, a pesar de todas sus atenciones veían morir a esta preciosa planta, el botánico holandés, que unía a una profunta ciencia una fina y vivaz inteligencia, un poco socarrona, disfrutó sin duda al contarnos la tradición popular que atribuye im origen divino a esta orquídea admirable. Los javaneses la llaman Daun petola, lo que al parecer significa 'planta de hojas vivamente coloreadas que recuerdan a un maravilloso tejido de seda'. Antiguamente, según los folcloristas de Malasia, apareció en la isla de Java una diosa de asombrosa belleza. Su cuerpo estaba recubierto de fascinante seda de brillo incomparable. Había llegado para inspirar a los indígenas elevados sentimientos, pero eran tan rudos y estaban tan pervertidos que, no contentos con permanecer sordos a sus exhortaciones, la cubrieron de injurias y blasfemias y la obligaron a refugiarse en bosques inaccesibles, en el fondo de escarpados barrandos. Cansada, debilitada y, sobre todo, entristecida, se desprendió de su ropa y la dejó sobre unas piedras musgosas, a la sombra de tupidos árboles, antes de volverse hacia los hombres, ya no dulce y clemente, sino hosca e irritada. Los más audaces temblaron ante su visión, los más rebeldes se sometieron, todos imploraron el favor de poder conservar su radiante echarpe como símbolo de perdón. La bella diosa no pudo satisfacerles, pero llevada por la compasión, les permitió comtemplar por última vez el maravilloso tejido celestial, la petola, antes de partir hacia los cielos con él. Por suerte los javaneses - y para nosotros los amantes de las orquídeas- las rocas sobre las que la diosa había depositado su velo conservaron la imagen de aquella seda de origen divino. ¡ese fué el origen celeste de Macodes petola!
"Apenas se divulgó el nacimiento de la planta milagrosa, acudieron curiosos y devotos de todas partes para contemplarla. Se produjo un incesante peregrinaje a través del mar y la tierra. Todos deseaban poseer esa maravilla vegetal. Los extrangerons envidiaban semejante tesoro a los habitantes de la montaña sagrada en la que la diosa se había refugiado. Algunos quisieron apoderarse de la pequeña orquídea y recolectores salvajes destruyeron incluso los ejemplares de Macodes petola que no se podían llevar para ser los únicos y afortunados propietariosde tan inestimable tesoro. ¡En mal momento lo hicieron! Su dicha fue más breve que la vida fugaz de la petola sobre las rocas. En vano le prodigaron sus atenciones, perfumes y plegarias. Se marchitabade día a día y muy pronto sus sacrílegas manos no tuvieron ya otra cosa que cuidar que raíces informes. afortunadamente, éstas fueron recogidas por la diosa- que según parece, conocía ya la ley de la influencia del medio sobre las plantas- , quien devolvió las raices moribundas a la piedra en la que había dejado aquella vez su chal y las hizo revivir con su aliento. Una vez que surgieron los primeros brotes, dejó la orquídea al cuidado de las hadas de la montaña, antiguas protectoras de su petola.
"Esa es la razón, añade, no sin ironía, el botánico holandes, por que la encantadora anectóquila, Macodes petola, muere siempre que es cultivada lejos de su país natal, en particular en nuestros invernaderos."
"Una orquídea de extrañas hoja, Macodes petola, es objeto en Java de una leyenda que el botánico holandés Blume (1796-1862) nos relata con gracia. Habiendo sigdo testigo de los fracasos y la deseperación de jardineros y orquideófilos que, a pesar de todas sus atenciones veían morir a esta preciosa planta, el botánico holandés, que unía a una profunta ciencia una fina y vivaz inteligencia, un poco socarrona, disfrutó sin duda al contarnos la tradición popular que atribuye im origen divino a esta orquídea admirable. Los javaneses la llaman Daun petola, lo que al parecer significa 'planta de hojas vivamente coloreadas que recuerdan a un maravilloso tejido de seda'. Antiguamente, según los folcloristas de Malasia, apareció en la isla de Java una diosa de asombrosa belleza. Su cuerpo estaba recubierto de fascinante seda de brillo incomparable. Había llegado para inspirar a los indígenas elevados sentimientos, pero eran tan rudos y estaban tan pervertidos que, no contentos con permanecer sordos a sus exhortaciones, la cubrieron de injurias y blasfemias y la obligaron a refugiarse en bosques inaccesibles, en el fondo de escarpados barrandos. Cansada, debilitada y, sobre todo, entristecida, se desprendió de su ropa y la dejó sobre unas piedras musgosas, a la sombra de tupidos árboles, antes de volverse hacia los hombres, ya no dulce y clemente, sino hosca e irritada. Los más audaces temblaron ante su visión, los más rebeldes se sometieron, todos imploraron el favor de poder conservar su radiante echarpe como símbolo de perdón. La bella diosa no pudo satisfacerles, pero llevada por la compasión, les permitió comtemplar por última vez el maravilloso tejido celestial, la petola, antes de partir hacia los cielos con él. Por suerte los javaneses - y para nosotros los amantes de las orquídeas- las rocas sobre las que la diosa había depositado su velo conservaron la imagen de aquella seda de origen divino. ¡ese fué el origen celeste de Macodes petola!
"Apenas se divulgó el nacimiento de la planta milagrosa, acudieron curiosos y devotos de todas partes para contemplarla. Se produjo un incesante peregrinaje a través del mar y la tierra. Todos deseaban poseer esa maravilla vegetal. Los extrangerons envidiaban semejante tesoro a los habitantes de la montaña sagrada en la que la diosa se había refugiado. Algunos quisieron apoderarse de la pequeña orquídea y recolectores salvajes destruyeron incluso los ejemplares de Macodes petola que no se podían llevar para ser los únicos y afortunados propietariosde tan inestimable tesoro. ¡En mal momento lo hicieron! Su dicha fue más breve que la vida fugaz de la petola sobre las rocas. En vano le prodigaron sus atenciones, perfumes y plegarias. Se marchitabade día a día y muy pronto sus sacrílegas manos no tuvieron ya otra cosa que cuidar que raíces informes. afortunadamente, éstas fueron recogidas por la diosa- que según parece, conocía ya la ley de la influencia del medio sobre las plantas- , quien devolvió las raices moribundas a la piedra en la que había dejado aquella vez su chal y las hizo revivir con su aliento. Una vez que surgieron los primeros brotes, dejó la orquídea al cuidado de las hadas de la montaña, antiguas protectoras de su petola.
"Esa es la razón, añade, no sin ironía, el botánico holandes, por que la encantadora anectóquila, Macodes petola, muere siempre que es cultivada lejos de su país natal, en particular en nuestros invernaderos."
Atlas Ilustrado de las Orquideas - Marcel Lecoufle
No hay comentarios:
Publicar un comentario